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los entertainers de la televisión, los sedicentes comunicadores de la industria del
entretenimiento, habían ido imponiendo machaconamente a la conciencia colectiva
en los años antecedentes.
A propósito de los entertainers de televisión, tiene sentido evocar aquí un debate
en el que el asunto de los derechos humanos se entrelazó con el de los
condicionamientos económicos del bienestar colectivo. Por esos años se discutía
en la Cámara de Diputados de la Nación la ley de Obediencia Debida, una de las
claudicaciones del mismo gobierno frente al poder militar. El diputado demócrata
cristiano, Carlos Auyero, luego de describir el vaciamiento, dispendio y malversación
de las energías colectivas democráticas que había implicado la cancelación, por el
gobierno, de la movilización popular para ahogar el conato golpista de la Semana
Santa de 1987, decía en el recinto:
Lo único que a veces estamos defendiendo es la rutina democrática, muy impor-
tante por cierto& pero -¡cuidado con no quedarnos solo con las rutinas formales!-
Yo mismo vi la gente que estuvo en la puerta 8 de Campo de Mayo defendiendo la
libertad y la democracia: provenían de barrios carenciados. Ante la ejemplaridad de
ese pueblo gritando por la libertad que quizás es el único bien que le va quedando-
tengamos cuidado, pues corremos el riesgo de que se vuelque a la desesperanza y
a la incredulidad. Por ello es que tengo la firme convicción de que en la política
argentina debemos marcar trazos gruesos que incorporen a la democracia que
vivimos los necesarios elementos transformadores, pues con mera rutina formal
corremos el riesgo de que se llegue al cansancio de una rutina democrática que no
da solución a los problemas de fondo del país. Me preocupa que el Secretario
Brodershon hace poco haya dicho en los Estados Unidos a banqueros que lamentaba
que ellos no votaran, porque así habría un mayor apoyo para la acción de gobierno.
Deploro que haya funcionarios del gobierno que rindan tal pleitesía, del mismo
modo que periodistas como Neustadt y Grondona exalten las privatizaciones como
una forma de liquidar el eje central que custodia que el país no sea dependiente
(Aplausos). Alguien me dirá que he perdido la oportunidad de ir al programa Tiempo
Nuevo : no me interesa ni me importa, y además casi nunca me han invitado. No
alcanzo a comprender que con sonrisas estos hombres justifiquen ahora la
obediencia debida, amnistías, las privatizaciones y las pretendidas políticas de
independencia. Debemos tener presente que lo hacen desde un canal del Estado. Yo
defendería la libertad de Neustadt y Grondona a decir lo que quieran donde quieran,
pero lo que se me ocurre impensable es que les brindemos el canal estatal para que
lo hagan, pues están volcando sobre la sociedad mensajes debilitadores .
Dicho sea incidentalmente, el Dr. Carlos Auyero murió en 1997 en un canal de
televisión, sosteniendo las mismas ideas que expuso en el debate de 1986, cuando
el periodista mentado en segundo término se había separado del primero de ellos,
creando otro programa, del que participaba Auyero, orientado a un sector un poco
menos basto del mercado mediático, con un rumbo, si no progresista, al menos
neutro, que suponía no seguir insistiendo en el discurso ideológico privatizador ,
según la caracterización de Mario E. Burkun.
Volviendo al decreto irrisoriamente desmonopolizador , uno de los considerandos,
exhibe una nítida fuerza sugestiva del trasfondo con que había sido concebido ese
audaz plan privatizador. Véase:
Que el régimen de capitalización de la deuda externa ofrece una valiosa herramienta
para la canalización de nuevas inversiones en el sector de los servicios y bienes
destinados al público .
Como se aprecia con facilidad, se intentaba introducir en el vasto campo del sector
público a unos proveedores y productores de bienes y servicios que podían solo
aportar como nuevas inversiones la capitalización de la deuda pública externa. En
otros términos, meros títulos, nada nuevos en lo substancial, que de un modo u otro
pagaría el Estado argentino, so pretexto de una deuda cuya existencia y legitimidad
desde 1984 se había estado impidiendo discutir y verificar. Se podría así privatizar
con clara inexistencia de otras nuevas inversiones que no fueran los propios
recursos nacionales bajo la forma de deuda capitalizada.
Por lo demás, interesa observar, ya en noviembre de 1987, la mutua implicancia que
se intentaba crear entre deuda externa y privatizaciones, motivándose recíprocamente.
Porque debemos mucho, debemos privatizar; privaticemos nomás, que la deuda
externa paga.
El régimen abarcaba todas las empresas y entes públicos que a la época correspondían
al Ministerio de Obras y Servicios Públicos, es decir prácticamente casi todo el
sector público de la economía lo cual indica la importancia singular de este plan que
en los hechos significaba la intención de transformar por decreto lo substancial de
la economía pública.
Privatizaciones por Arrebato (2)
El artículo 4to constituye la norma crucial del curioso decreto. Por su virtud el
Estado transfiere a los particulares la iniciativa de las privatizaciones. Tanto la
selección de los servicios a privatizar, como el tiempo y el orden en que hacerlo,
como la naturaleza jurídica del vínculo que uniría al nuevo prestador o proveedor
con el Estado y con los usuarios, como asimismo el ritmo y las precisas modalidades
operativas de esta irrupción privada, en tropel, sobre la economía pública, quedaba
totalmente librado a los aleatorios, y no pocas veces abusivos, impulsos lucrosos
de los particulares interesados.
Esto así, sin otra cosa, desde la vereda del bien común, que la pasividad de la
autoridad, cuyo rol, como se verá, era meramente receptivo y ceñido a condiciones
extremadamente difíciles en cuanto a poder objetar o responder.
Les bastaba a los particulares proponer lo que se les ocurriera y sobre lo que se les
ocurriera y cuando se les ocurriera, para poner en acción unos mecanismos de
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